28 septiembre, 2017

La mujer de piedra

   Todos hemos conocido a una mujer de piedra: fría, dura y distante. ¿Alguna vez nos detenemos a pensar por qué esa mujer es así? ¿Nació así? ¿La hicieron así? 

    La mujer de piedra no siempre es fría, dura y distante porque así lo quiere, es solo el miedo a ser lastimada. No puedes acercarte a una mujer de piedra si tus intenciones no son amarla, entenderla y aceptarla. 

    No puedes pretender amar a una mujer de piedra si no vas a tener paciencia. Las mujeres de piedra no se dejan amar tan fácilmente y no ceden al primer intento. Las experiencias les han demostrado que ceder tan pronto solo trae caos, destrucción y desastre. 

      Nos hemos vuelto un poco egoístas con ellas, ya no nos tomamos el tiempo para tratar de entender sus personalidades, ya no queremos hacer los esfuerzos necesarios y ser esa gota que rompe con la piedra por su constancia. ¡Qué injustos somos! Nos hemos dedicado a señalar a las mujeres de piedra, a tacharlas de inhumanas y malvadas, y a rendirnos al primer intento en romperles la coraza. 

En la foto: Daarlyn Perroni.
Tomada por: Josué Sabogal.
La Estancia, Altamira, Ciudad de Caracas.
Septiembre del 2017.
      Alguna vez leí que "aquello que vale la pena, nunca será fácil." ¿Y si aquellas mujeres difíciles de entender, de amar y de aceptar son las que más valen la pena? ¿Quién nos dice que después de tanto esfuerzo por entenderlas no vamos a obtener una gran recompensa? Lo que muchos desconocen es que quien se queda hasta el final con una mujer de piedra y logra desnudarla, se ha ganado el cielo... Porque cuando una mujer de piedra se decide a amarte, te amará como jamás podrá hacerlo una de carne y hueso. 

       Llegué a la somera conclusión de que las mujeres de piedra son las que van a tener los sentimientos más puros y sinceros, porque son las únicas que no se atreverán a soltar un "¡Te quiero, cariño!" si realmente no lo sienten. No son capaces de soltar nada parecido al afecto, hasta que llegas a ganártelo. 

        Hay tantos tipo de mujer, como mujeres hay en el mundo. La sociedad cae en el error de creer que todas (o al menos la mayoría de ellas) serán cálidas, amables y amorosas de buenas a primeras. Es necesario entender que la personalidad o forma de ser, no solo de una mujer, sino de cualquier ser humano, va a ser distinta de acuerdo a cada individuo con el que interactúe. En otras palabras, dependiendo de los estímulos que utilicemos, veremos reacciones distintas: frías y distantes o cálidas y agradables. 

       En fin, hay tantas razones por las que una mujer (o cualquier persona) pudiera decidir ser de piedra: experiencias, reacciones, mecanismo de defensa y paren ustedes de contar. Lo importante es aprender a no juzgar de primer momento, a conocer y decidir si se tienen las ganas suficientes de adentrarse en el mundo de una mujer así. 

     Afortunados todos aquellos que se han enamorado de una mujer de piedra, y que además, han conseguido hacerla humana, han logrado ser el motivo por el cual alguien tan duro con el mundo, vuelva a creer en las cosas buenas y bonitas.

Daarlyn Perroni 🍃

09 septiembre, 2017

Hacer el amor es más que follar

          Hacer el amor es más que la simple acción de follar.

    Vine a reflexionar sobre dos cosas que todos creen conocer, que muchos separan, que otros mezclan y que unos cuantos confunden: amor sexo. ¿A cuenta de qué? Pues que a mi corta edad de 21 años, descubrí el amor y aprendí que hacerlo es más que follar.

    Este es un tema complicado, genera polémica, diferentes opiniones, debates... ¡Me encantan las disyuntivas! Aprendí a hacer el amor (Stop, no estoy hablando de nada sexual); lo hice sin quitarme una sola prenda. Aprendí a descifrar miradas de ternura, de empatía, de dolor, de apoyo, de complicidad y de felicidad. 


    Aprendí a conocer tanto a una persona a tal nivel de saber hasta qué significan cada una de sus posturas, de sus gestos, de sus movimientos e incluso, de sus respiraciones. Aprendí a saber cuándo necesitaba un beso, un abrazo y una sonrisa de "aquí estoy."


    ¿Ustedes sabían que aprender todo aquello es también sinónimo de hacer el amor? El amor se hace un día a la vez: cada vez que descubres una nueva maña del otro, una nueva pasión, un nuevo sueño, un nuevo enojo... No sé cuántos de los que me están leyendo justo ahora puedan entender lo que digo, no sé cuántos pensarán que todo esto raya en la cursilería, no sé cuántos habrán sentido lo mismo alguna vez... 

      El caso es que estamos en una época donde se engañan a personas haciéndoles creer que follando los amamos y donde follar es sinónimo de amor y no existe más. A la sociedad le ha costado entender que uno es parte del otro, pero que no son lo mismo. Hacer el amor es, a veces, hasta dejar ir al otro, entender cuándo su felicidad no está a nuestro lado y dejarlo ser, al lado de alguien más. 

   La mejor definición que encontré para darle sentido a lo que hacer el amor se refiere, la obtuve de Aristóteles: "El amor se compone de una sola alma que habita en dos cuerpos." ¿Me explico? Hacer el amor no es tan sencillo como follar, no pasa con cualquiera, no se encuentra tan fácil y no debe decirse tan a la ligera. Mírenme a mí, me ha tomado 21 años y un par de desventuradas relaciones poder hacerlo. 

Inclusive, hacer el amor implica mutar pensamientos y paradigmas: cuando llega alguien que no es como el resto, alguien demasiado distinto a ti, a quien jamás imaginaste amar es ahí cuando se quiebran los paradigmas: los tuyos, los del otro, los de la sociedad, los del amor como lo conocías antes de esa persona. Aprendes a quererle cada uno de sus defectos y a convertirlos en virtudes. 

     La mejor parte: follar es parte de hacer el amor


   ¿Han leído aquella frase rosa y tan icónica del gran Julio Cortázar? "Ven a dormir conmigo: no haremos el amor. Él nos hará." La magia de hacer el amor no se queda solo en aprender a conocerse, aceptarse y quererse el uno al otro a niveles exorbitantes, no. 


   ¿Han experimentado follar con amor? Hay más que deseo carnal, más que instinto animal y más que la sed de saciar los cuerpos. Agregarle emociones y sentimientos a esa experiencia la hacen mucho más intensa, más placentera, más única, más especial. El arte de hacer el amor es poder engranar todo lo aprendido de esa persona: cada página leída de su libro teórico y mezclarlo con la práctica, con la mayor demostración física de amor: el sexo.
 
Con esta entrada quiero invitar al debate y dejar en escrito la enriquecedora experiencia que hacer el amor me ha traído. Esperando, por amor al big bang, que todos ustedes hayan podido o puedan hacer el amor al menos una vez en la vida. Cuando pase, no se lo pierdan, no lo esquiven, no lo evadan, no le teman... 

¿Hacer el amor para follar? ¿Follar prometiendo hacer el amor? ¿Hacer el amor y follar? Perspectivas, perspectivas, perspectivas... 

El amor no es repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual. Es, cómo podría explicarte, un puño de vida” - Mario Benedetti. 
    

Daarlyn Perroni 🍃

02 septiembre, 2017

Quiero volar como lo hacían mis abuelos

         En esta ocasión, vengo a hablarles de algo muy personal y puntual: la magia de mis abuelos. Nací en un pequeño núcleo familiar de 4 personas: mis abuelos paternos y mis padres, vine a su vida a ser el buen quinto. 

         Desde que tengo uso de razón, en nuestra casa se daban las mejores fiestas (antes claro, cuando la plata era suficiente); me crié rodeada de adultos y mezclándome en sus eventos ¿Saben qué es lo que más me gustaba observar de todo aquel mundo? Ver a mis abuelos volar.

         Es decir, en cada celebración, tenía que sonar alguna canción del género pasodoble (específicamente, "El cariño verdadero", porque era la favorita de mis abuelos) y ellos salían a la pista. A todos los presentes les gustaba mirarlos, disfrutaban hacerlo, así que si alguien más estaba bailando, comiendo o hablando dejaban lo que estaban haciendo y despejaban toda la pista para aplaudir y concentrarse en el espectáculo que daba la pareja favorita... 

        Quisieras o no, te quedabas embobado viéndolos bailar, lo hacían tan bien. Ella parecía tan liviana entre sus brazos y él parecía poderoso, como si tuviera al mundo en sus manos. Se desplazaban a lo largo y ancho de toda la pista, dando vueltas, de un lado al otro, al ritmo del cariño verdadero, sus pies iban al unísono... Era como si hubieran nacido para eso. 

        A mitad de canción (casi siempre) los demás querían mezclarse, así que entraban un hombre y una mujer a bailar con ellos, cambiaban de parejas y no bailaban mal pero, indudablemente, se veía la diferencia: con otros bailaban estupendo, pero entre ellos volaban. Yo siempre me sentaba desde un lugar donde tuviera acceso visual a toda la pista, me gustaba observarlos bailar, me gustaba contagiarme de esa vibra, disfrutaba hacerlo y sólo podía pensar: ¡Yo quiero volar como lo hacen mis abuelos!

       Desconozco si esa magia se logra porque exista amor entre ambas personas, por la práctica de los años bailando o, sencillamente, porque a ambos se les daba muy bien.  Sin embargo, descarto las dos últimas, pues si fuera por práctica o buen manejo del género, bailarían así con los demás, pero esa magia, esa magia solo existe en ellos dos. No sé si eso sea una manifestación o síntoma del amor, pero si lo es, me muero por encontrar a alguien con quien pueda volar como lo hacían mis abuelos...




        Nota 1 : ¡Menos mal eran tiempos en que ya se habían inventado las filmadoras! Gracias a ello, aún puedo disfrutar de esos momentos, aunque uno de mis abuelos no esté, y también puedo compartirles un poco de cómo volaban mis abuelos... 


         Nota 2: Esta entrada va dedicada a mis abuelos, especialmente, a mi abuela, que aunque ya no se encuentre físicamente con nosotros siempre, siempre va en nuestros corazones. Mi ángel, te amo y extraño. ¡Gracias a mis abuelos por haberme permitido ser testigo de una de las magias más lindas, por dejarme verlos volar!




Daarlyn Perroni 🍃